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Mirando al cielo con alegría
San Alberto Hurtado

Mirando al cielo con alegría

El viernes como siempre se respiraba buen ambiente en la Parroquia. Cuando llegué, algo más tarde de las 20h, ya había varias personas preparando los bocadillos. Angelina me dijo, “doncs clar, avuim en preparem 60, per això hem començat abans”.

Salimos organizados en las tres rutas habituales, hacia Sants, donde esperaba el grupo de jóvenes, Paral.lel y Maremágnum; en total éramos 28.

El grupo menos numeroso nos fuimos a Maremágnum, parando, como es habitual, en Plaça Palau, al lado del Set Portes. Ahí estaba Luis, estirado sobre sus cartones, catalán de origen andaluz, que estuvo muy contento de vernos. Después de hacer una oración con él, le preguntamos por Kristoff, el polaco parlanchín que dormía ahí, a su lado (t’enrecordes, Ana M.?). Nos dio la excelente noticia de que ya no dormía en la calle; había encontrado trabajo y así podía pagarse una habitación en un piso compartido. Noticias así nos animan aún más a seguir saliendo a ayudarles, a animarles y a rezar con y por ellos.

Justo al lado del Set Portes, había un grupillo de cinco más, tres ellos Sudamericanos. Estuvimos un buen rato con ellos. Siempre son agradecidos, y además de la comida y la ropa, agradecieron de forma especial el momento de oración que compartimos. Al momento se unió también Ulises, un joven salvadoreño que duerme dos calles más arriba, al que le dimos información sobre las oficinas municipales de inserción laboral.

A continuación nos fuimos ya hacia el Maremágnum. En la zona cubierta frente al Acuario, siempre encontramos una veintena de personas durmiendo, pero esta vez las luces estaban encendidas, había una fiesta en el interior del Acuario. Al llegar sólo encontramos a Marc, un sudafricano de aspecto irlandés que caminaba por allí y que se iba a dormir a Horta, donde el sábado por la mañana podría ducharse temprano en el Caliu (Parroquia Sant Joan d’Horta), donde le darían también desayuno. Apareció también un francés en bermudas, y en seguida llegaron Jesús y Olga, y Ricard, que vive también con ellos en el Maremágnum. Olga estuvo especialmente contenta, ya que llevábamos también ropa de mujer y se quedó varias piezas. Los tres nos acompañaron a dar la vuelta al edificio.En la zona del muelle había varios provenientes de la República Checa, muy educados, con dificultades para expresarse tanto en castellano, como en inglés. Era casi medianoche, hablamos poco con ellos, pero las sonrisas con que recibieron nuestra llegada fueron más que suficientes para poder regresar a los coches mirando al cielo con alegría.